miércoles, 1 de agosto de 2007

El Área de Cultura de CABA y GBA planteó como estrategia de trabajo formar un grupo de Cronistas Culturales

La idea de formar Cronistas Culturales surgió de la necesidad de comunicar las actividades y los pensamientos del área en los barrios y de otros grupos que estén desarrollando actividades culturales en territorio. Sin embargo, no concordábamos con la idea de salir nosotros a relevar las actividades y volcar eso que pensábamos en escritos firmados, que es el estilo que asume un cronista de los medios masivos en la actualidad, queremos decir: el de posicionarse como un observador de los acontecimientos, una persona que llega mira, hace algunas preguntas, se va, escribe, publica.
Desde nuestro punto de vista, el cronista es un compañero que participa en las actividades, que las promueve y las vincula desde una posición que tiene que ver más con un puente que con un índice apuntando o un par de ojos alumbrando. Es un compañero que fortalece la comunicación del barrio, potencia los espacios de comunicación ya existentes y crea otros nuevos en donde todos y todas puedan expresarse. En este sentido, el cronista tiene que captar las emociones, los pensamientos y las creencias que circulan buscando de esa manera entusiasmar y afianzar la identidad del barrio. Creemos que vamos a poder comunicarnos y vincularnos sólo recordando y reconociendo lo que somos y donde estamos.
La tarea parece difícil, pero haciendo un poco de historia nos podemos encontrar con el antiguo payador del barrio, con el cantautor de tangos, con el poeta y/o artista local, todas personas que se dedicaban a ponerle palabras, música, alegría y fiesta al encuentro con el otro en el barrio. Muchos le dedicaron su música, su poesía y su alegría a contar historias que tenían que ver con nosotros/as, con lo que a nosotros/as nos pasaba todos los días. Cantaron y dijeron nuestras tristezas, nuestras melancolías, nuestros amores, nuestras denuncias y nuestros sueños. Muchos/as se movieron en grupos produciendo en conjunto, otros buscaron la soledad para componerle al barrio, y de esa forma fueron también cantantes y artistas colectivos. Y a través de estas producciones afianzaron la identidad y la memoria de quienes somos. Son las historias que vuelven a decirnos que nuestra lucha no comienza hoy, son las historias que vuelven para acompañarnos y fortalecernos. Son historias que se reactualizan cuando las volvemos a contar, a pensar, a imaginar.
Entre los interrogantes que nos hicimos figuraban los que preguntan: ¿Cuáles son las actividades específicas de un/a cronista? ¿Cómo se diferencia de un/a animador/a cultural? ¿Son diferentes sus actividades? ¿Cómo las desarrolla? Creemos que una de las actividades específicas del/a cronista tiene que ver con recorrer el barrio escuchando: “la verdadera comunicación no empieza hablando sino escuchando”[1], sintiendo, percibiendo los estados de ánimo, entablando conversaciones con los vecinos/as en busca de historias y creencias. Sólo en este proceso de escuchar y sentir a los otros/as el/la cronista podrá determinar la manera de comunicar eso que percibe. Su función principal es comunicar, generar comunicación entre los actores y grupos del barrio, para fortalecerlos. Pero no diciendo (reproduciendo o escribiendo) él solamente, sino buscando también la manera de involucrar a los otros/as en ese acto de comunicar. Puede que a veces escriba una crónica, pero también puede pensar formas de transmitir y producir mensajes y contar historias en donde los otros/as también participen. Es en este sentido en donde vemos que el/la cronista también promueve actividades como un periódico mural, la escritura de cartas que pueden circular por el barrio como cadena, generarse muestras de poesías/cuentos que pueden exponerse en paneles, la producción de canciones sencillas a partir de las historias recogidas para momentos festivos del barrio, etc. Las actividades pueden ser tantas como historias y mensajes circulando. E incluso, estas pueden pensarse con los diferentes actores del barrio, quienes pueden encontrar maneras novedosas de comunicar una vez que se entusiasmen con la idea.
Queremos hacer hincapié en la función principal del cronista, que se da a partir de comprender comunicación como: “poner en común”. Así, la imagen del “puente” que planteamos antes, se refiere a una comunicación que busca vincular a actores y grupos, que busca generar amistad y solidaridad del pensamiento, la acción y la emoción.
Creemos que para que estos vínculos se generen las personas tienen compartir lo que hacen, sienten y piensan. Pero no de manera desinteresada o de modo meramente informativo, sino involucrándose al mismo tiempo. Y es en este punto donde reside el desafío del/a cronista, encontrar formas de comunicar que generen acción y no pasividad. Para ello, la idea de comunicación que debe sostener es aquella que ayuda a dar voz a los silenciados: sensibilizar, convocar para pensar en conjunto.
De lo que se trata es de producir sentidos de manera conjunta “en la medida en que entendamos que la comunicación (y con ella los medios) implica producción de sentidos compartidos que buscan un mejor bienestar y convivencia; estaremos planificando medios al servicio de un desarrollo verdaderamente comunitario y transformador”[2]. La producción de sentidos compartidos significa que pensemos la realidad, los sueños y las creencias de manera conjunta, para diseñar proyectos que nos incluyan y potencien. La sugerencia de Mario Kaplún y Nelson Cardoso para lograr esto es la siguiente: “que al inicio de dicho proceso exista la tarea de PRE-ALIMENTACIÓN. La misma consiste en partir de la gente, hay que ir al encuentro de la comunidad, partir de la gente y su realidad. Se trata de iniciar el proceso RECOGIENDO experiencias de la comunidad, seleccionarlas, ordenarlas, organizarlas. Es una búsqueda inicial que hacemos entre los destinatarios/as de nuestros medios de comunicación para que los mensajes nos representen y reflejen. De esta manera el interlocutor/a se reconoce e identifica con el mensaje. De esa manera, aunque sea a distancia, el medio procura dialogar y no monologar. Por ahí comienza y debe comenzar un proceso de comunicación participativa. O sea que colocamos al receptor al inicio del circuito de comunicación y no al final como en el viejo esquema”[3]. Colocar a quien recibe en el inicio del proceso de comunicación es hacer coincidir el mensaje que el/la cronista cree necesario dar con la experiencia emocional de quien recibe ese mensaje. Creemos que esto tiende a generar participación e involucramiento.
Todavía hay más tramos que construir del puente de comunicación que proponemos, porque para que la gente se sensibilice y participe, también es necesario crear espacios para que se exprese. De ahí las actividades antes mencionadas (muestras, murales, canciones, etc.), actividades que se convierten en espacios en donde la participación suceda. Y creemos que así como el mensaje se construye con los actores del barrio, también estos espacios deben crearse con ellos. Estos espacios deben ser también un reflejo de sus esperanzas, deseos y denuncias, deben representarlos.
En estos espacios y actividades el/la cronista participa como un compañero/a más, aportando desde su lugar específico que es el de la comunicación, pero con un compromiso compartido con los otros/as, buscando construir y fortalecer colectivamente los proyectos que existen en los barrios. Así como se invita a los otros/as a pensar la mejor manera de comunicar, el/la cronista debe involucrarse y aportar con sus conocimientos y experiencias en las actividades culturales que los otros/as desarrollan.
Nos resta, en el espacio de este texto, preguntarnos a quién le sirve este tipo de comunicación y a quién no le sirve. Creemos que este tipo de comunicación, la que genera participación, no le sirve a los que apuestan a que no cambie nada, a los que defienden el sistema vigente para que las relaciones se sigan dando de la manera en que se dan hoy. En cambio, consideramos que la comunicación que produce sentidos compartidos nos sirve a todos y todas los que queremos que en esta sociedad se den relaciones que nos incluyan, que se inicien desde nuestro lugar en el mundo, reforzando nuestra identidad y memoria, para participar y disputar los sentidos que hoy se manejan en la sociedad, para proponer y comunicar que otra forma de vivir es no solamente deseada sino también posible.
[1] Kaplún, Mario, “El Comunicador Popular”, Editorial Humanitas, Buenos Aires, 1987.
[2] Cardoso Nelson, “Pensar los medio de comunicación para las organizaciones desde una perspectiva participativa y comunitaria”, texto del Taller de Comunicación Comunitaria…
[3] ib idem.